Vivimos tan volcados hacia afuera que nos olvidamos de nosotros mismos. En esa dinámica trepidante terminamos agotados. Existen asociaciones y grupos de estudio de filosofías orientales que organizan retiros en la naturaleza que permiten desconectar de la rutina diaria. Estar con nosotros mismos y plantearnos la vida desde otra perspectiva. Es un evento revitalizante, incluso para aquellos que desconocen o no siguen estos planteamientos.
El tantra es un conjunto de prácticas que nos ayudan a canalizar la energía, despertando la consciencia para alcanzar el equilibrio.
En occidente le adjudicamos al tantra una connotación sexual; sin embargo, es mucho más que eso. Se trata de una filosofía milenaria de origen hindú que inspira una serie de tradiciones y prácticas que han perdurado a lo largo de los siglos y que buscan la armonía a través de la espiritualidad.
El tantra parte de la dualidad. De lo masculino y lo femenino. El cuerpo y espíritu. El orden y el caos. Aspectos que están presentes en todas las cosas que hay en el mundo. Incluido nosotros mismos. Elementos que tendemos a separarlos y que cuando se unen desencadenan la liberación y permiten alcanzar la armonía.
Como sucede con otras prácticas espirituales que vienen de oriente, en el tantra se practica la meditación, la introspección, el recogimiento. Son fundamentales para sanarnos y conocernos. Un regreso a esa parte de nosotros de la que nos hemos ido alejando.
Como nos comenta Prem Sambhavo, un experimentado terapeuta tántrico que organiza retiros espirituales en Molino de Olba (Teruél), el silencio es el camino de vuelta a casa.
El camino holístico.
El camino holístico es un estilo de vida que busca el bienestar físico, mental, emocional y espiritual. En una entrevista que hicieron a la facilitadora tántrica Amerai Carrera en la revista digital Psicología y Mente, indicó que el Tantra es un camino que nos ayuda a fijar la atención en nuestro interior, en lugar de perdernos en lo que pasa en el exterior.
La paz y la tranquilidad es algo que encontramos en nosotros mismos. No va a venir nadie de fuera a entregárnosla. Para descubrirla se requiere dedicarle tiempo.
Esperamos alcanzar la felicidad en el reconocimiento de otras personas. En cumplir determinadas metas. En adquirir artículos materiales. Nos esforzamos en ello, nos dejamos la piel, y al final de todo nos damos cuenta de que nos sentimos vacíos.
Aquello que llena nuestra existencia lo llevamos dentro, pero no hemos sabido reconocerlo, ni cultivarlo.
No se trata de desprendernos de todo lo material, ni aislarnos del mundo, formamos parte de él. Se trata de dedicarnos un poco más de tiempo a nosotros mismos.
Los tántricos buscan la felicidad por medio de la práctica espiritual diaria. A diferencia de otros caminos espirituales, no renuncia a lo corporal, ni a la sexualidad. Forman parte de la vida. Desde su planteamiento adquieren una dimensión distinta, desarrollan facetas de la afectividad y la consciencia.
Lo importante con todos estos ejercicios es sanar heridas, desbloquear el cuerpo, liberar la mente y desprendernos de aquellas creencias que nos limitan.
Por medio del tantra se transmutan las energías del cuerpo, incluida la sexual. No es un trabajo sencillo. Requiere apertura de mente y romper con lo que hasta ahora habíamos aprendido.
Según Amerai, el tantra es mucho más que una herramienta de crecimiento personal. Es, en sí, un camino ilimitado. Una toma de conciencia profunda y constante del aquí y del ahora. Algo que a medida que vayamos practicando, nos va a ir enriqueciendo cada vez más.
El tantra y el budismo.
Las enseñanzas tántricas existían en la India mucho tiempo antes de que apareciera el budismo. Estaban integradas en su mitología y en su religión. El budismo las asimiló y las llevó hasta el Himalaya, donde dio lugar a una corriente nueva: el budismo tántrico o budismo tibetano.
Para los tibetanos, el tantra es la forma más rápida de alcanzar la iluminación. En el documental que emitió hace muchos años la 2 de Televisión Española, llamado Tíbet – El camino del Tantra, se cuenta la leyenda de que Buda, justo antes de morir, confió a sus discípulos una serie de enseñanzas secretas para llegar al nirvana.
Un conjunto de reglas exotéricas, desconocidas por el resto de los creyentes, formuladas en un lenguaje casi indescifrable, y al que los monjes tibetanos dedican su vida a estudiarlas y practicarlas.
Los monjes aprenden durante 7 años a crear mandalas con granos de arena de diferentes colores en los que recrean imágenes religiosas. Los mandalas ocupan el suelo de un salón entero. Cuando los terminan, se destruyen y la arena termina en el fondo del río. Todo es efímero.
En las ceremonias, con los cantos tibetanos que entonan los monjes de fondo, en sus manos llevan los cetros de diamante, que simboliza lo masculino, mientras hacen sonar pequeñas campanas, que representan lo femenino.
En los dibujos de los mandalas aparece la imagen de un buda con una consorte, o compañera, en una actitud explícitamente sexual. Algo que ha despertado siempre la imaginación calenturienta de los occidentales. Y que no representa otra cosa que la unión de los dos aspectos.
Además de mandalas y ceremonias, a la puerta de los templos se realizan bailes. Con los bailarines formando un amplio círculo, ataviados con pesadas túnicas, como casacas y gorros metálicos en la cabeza. Su significado es similar a los Misterios egipcios. Bailes rituales que se realizaban para invocar a los dioses en fiestas señaladas o en los funerales, para reclamar a Osiris que abriera las puertas del más allá. Y a los ritos dionisíacos que se celebraban en la antigua Grecia. En la que los bailarines danzaban, en honor al Dios, al son de un ritmo frenético hasta caer desfallecidos.
Algunos monjes deciden cultivarse por su cuenta, retirados en la naturaleza, viviendo en una cueva o en un abrigo rocoso, meditando en silencio. Son los ermitaños. El más famoso de ellos fue Milarepa, que vivió allá por el siglo XI y que se dice que fue el primer tibetano en alcanzar la iluminación.
En su juventud, cometió varios crímenes por venganza, de los cuales se arrepintió. Para lograr su redención tuvo que pasar una serie de pruebas durísimas. Se desprendió de todo lo mundano, viviendo solo de aquello que le daba la naturaleza, y se esforzó por alejar su cabeza del deseo, la ignorancia y la ira, los tres enemigos de la mente.
Pero ni tan siquiera Milarepa se liberó por sí solo. Las enseñanzas tántricas solo se transmiten de maestro a discípulo. Fue en busca de Mapa el “Traductor” para que le guiara durante sus primeros años.
El retiro espiritual.
Silvia, que ha asistido a varios retiros de este tipo, nos comenta que todos los asistentes se alojan durante varios días en un albergue situado en la naturaleza. Alejado de cualquier pueblo. Sin móviles, televisión, ni ninguna otra distracción.
Nada más levantarse, meditan. Después hay una puesta en común. Uno de los organizadores presenta un tema: el estrés, la ansiedad, el dolor. Explica cómo gestionar las emociones, cómo superar los miedos, cómo enfrentarse a las adversidades. Por la tarde se organizan actividades grupales y dinámica de grupo.
Los días que dura el retiro se toman alimentos naturales que ayudan a depurar el organismo.
Se trata de un viaje de introspección. De entrar en contacto con el niño interior que llevamos dentro. De aprender a escucharnos a nosotros mismos. Esa experiencia te ayuda a relativizar las cosas que te pasan. A priorizar unas cuestiones sobre otras. A darte cuenta de que todo no depende de ti. Que no tienes todo bajo control.
Silvia nos comenta que el evento se realiza en el campo porque la naturaleza equilibra la energía. Es como una toma de tierra. Ayuda a descargarnos de las energías negativas y nos recarga el cuerpo y la mente.
Un retiro de silencio y meditación potencia tu autoconocimiento. Guiado por coaches cualificados que te van orientando en el proceso. Te recuperas física y mentalmente del desgaste y de los efectos negativos que se producen en tu vida diaria. El simple contacto con la naturaleza es regenerador.
Aprendes a convivir con otras personas que también buscan su silencio. Disfrutas del senderismo mindfulness. Apreciando los sonidos del campo, el olor de los árboles, el sol sobre tu cabeza o el frescor de la mañana acariciando tu rostro. Descansarás más profundamente. Sin las luces ni los sonidos de la ciudad por la noche.
Tomarás una comida depurativa. Sin azúcar, sin café, sin gasas. Tomando alimentos de proximidad, en muchas ocasiones producidos en la huerta del propio albergue.
Perfeccionarás tu práctica de meditación. Convirtiendo la meditación en un hábito diario.
Una experiencia de este tipo te ayuda a silenciar el ajetreo de tu mente, a escuchar tu yo interior, a sanar tus emociones, a obtener más claridad sobre tu vida y a dar las gracias por lo que tienes.
Un retiro tántrico es una forma de resetearte. Una escapada diferente que representa un spa para tu cuerpo, tu mente y tu espíritu, y que sin duda te dejará huella.